Los castigos más comunes de la Inquisición española
Hace unas semanas entrevistamos a Elena Suárez, estudiante de comunicación audiovisual de la Carlos III de Madrid, en nuestro blog sobre las percepciones de la Inquisición Española (Inquisición_uc3m). Elena hizo referencia a un par de castigos que le llamaron mucho la atención, cuando estudió la Inquisición española en el colegio: El de la pirámide, y el que consistía en tumbar a los herejes en una mesa y estirarles de las extremidades.
En el post de hoy, queremos hacer un repaso a las torturas más frecuentes que hubo en la Inquisición española, y así de paso completar una de nuestras anteriores publicaciones, la de los instrumentos empleados en los castigos. Intentaremos describir los castigos más empleados, excluyendo aquellos que ya han aparecido o han sido contados en las publicaciones de Instagram o que puedan haber sido explicados en "Instrumentos de tortura de la Inquisición"
Los métodos de tortura, casi parecían provenientes de una mente brillante que desbordaba imaginación, pero que se convirtieron en los métodos de tortura más crueles que se conocen hasta ahora en la actualidad. Todos ellos, implicaban daños físicos y psicológicos atroces y han permanecido, a lo largo de la historia, vigentes en muchos países como métodos de tortura.
El aplastacabezas
Los métodos de tortura, casi parecían provenientes de una mente brillante que desbordaba imaginación, pero que se convirtieron en los métodos de tortura más crueles que se conocen hasta ahora en la actualidad. Todos ellos, implicaban daños físicos y psicológicos atroces y han permanecido, a lo largo de la historia, vigentes en muchos países como métodos de tortura.
El aplastacabezas
El nombre no deja lugar a la imaginación. El condenado apoyaba la barbilla en la base y la cabeza la quedaba enganchada en el casquete. Los verdugos hacían girar el tornillo causando en primer lugar la rotura de dientes, y después la mandíbula. Si el torturador seguía apretando, conseguía destrozar el cráneo del acusado y provocar que expulsase su cerebro por la cavidad ocular.
La picota en tonel
Castigo reservado para los borrachos. Consistía en que el reo tuviera que transportar un pesado tonel de madera por las calles. Lo peor es que el tonel contenía en su interior una gran cantidad de excrementos y orines, que hacían en ocasiones, que el reo falleciera por insalubridad.
La garrucha
Consistía en atar al prisionero por las muñecas, ponerle peso en los pies, y elevarlo mediante un sistema de poleas. Cuando estaba en el punto más alto se le dejaba caer pero la cuerda tenía una longitud medida para que la persona llegara hasta el suelo. El dolor no venía del impacto, sino de la violenta sacudida que sufría el preso al quedar sin cuerda, que provocaba que se le atrofiasen los brazos.
Toro de Falaris
Este método de tortura ya fue empleado por los romanos y poco después, fue reclamado por el Santo Oficio. Se introducía al acusado en su interior y se encendía una fogata por debajo hasta que calcinaban al acusado completamente. Los gritos de dolor del prisionero salían por la boca del animal.
La horquilla del hereje
También se utilizó con los herejes una especie de tridente con cuatro puntas afiladas que se clavaban bajo la barbilla y el esternón. Con este sistema, el acusado era incapaz de pronunciar una sola palabra, y también, de moverse. De entre las pocas palabras que eran capaces de decir estaba el abiuro, que era un renegar de sus creencias.
Tormento de agua
Obligaban a los acusados a beber cubetas llenas de agua. La cantidad era aproximadamente de 10 litros continuos. El torturador se ayudaba de un embudo y le impedía respirar a la víctima, su estómago no aguantaba más y después de sufrir tanto, explotaba.
Era una estructura metálica con aros y tuercas en el que se colocaba a la víctima. Poco a poco quebraba todos los huesos de la víctima. Fue utilizada principalmente por Elizabeth I de Inglaterra como una gran tenaza. De este modo, la víctima era aplastada gran fuerza que una vez quebradas sus costillas, dislocado su esternón, y rota su columna vertebral, empezaba a sangrar a borbotones por todos los orificios de su cuerpo, así como por los dedos y por la cara.
El aplasta pulgares
El aplasta pulgares era un instrumento metálico en el que se introducían los dedos de las manos y los pies. Mediante un tornillo se le daban varias vueltas hasta que los apéndices acaban totalmente destrozados. Tenía un origen veneciano y la mayoría de los textos lo definen como un utensilio sencillo, pero sumamente doloroso.
BIBLIOGRAFÍA:
Revista Grupo Planeta, Historia y Mundo, Las torturas de la Inquisición.
Revista de Humanidades y Ciencias Sociales Erebea, María del Pilar Rábale Obradó, La vida ante la inquisición: biografía y procesos inquisitoriales en Castilla a fines del medievo, 2013
Diario ABC, Miguel.P. Villatoro, Torturas más sanguinarias de la Inquisición, 2018
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